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Fecha
Opinión
01 Jun 2020

Las empresas son la mejor garantía de futuro

Nos encontramos en el peor momento posible tanto para revertir las reformas estructurales como para aumentar las obligaciones tributarias.

José Alberto González-Ruiz

José Alberto González-Ruiz

Secretario general de CEOE

Desde el primer momento de la crisis sanitaria del Covid-19, los empresarios españoles hemos asumido nuestra responsabilidad constitucional contribuyendo a encontrar puntos de consenso y acuerdo en aras de la defensa de los legítimos intereses de la empresa, y en beneficio del conjunto de la sociedad española. Los empresarios tenemos claro que los aspectos humanitarios y sanitarios deben prevalecer sobre cualquier otra consideración a la hora de trazar las líneas de actuación de la deseable reactivación de la economía. Ante esta circunstancia debemos planificar una estrategia que sea flexible, gradual y pragmática, que tenga en cuenta las realidades y necesidades específicas de los diferentes territorios, sectores y empresas que conforman España.

Para ayudar a afrontar los nuevos retos que surgen en esta nueva etapa, en CEOE hemos diseñado una estrategia de salida que hemos hecho pública y trasladado al Gobierno estos días, en la que las empresas están llamadas a tener un rol activo y protagonista. Nuestro planteamiento intenta combinar un enfoque defensivo, de mitigación de riesgos existentes, preservación del tejido productivo y recuperación de la actividad, en especial, de los sectores más afectados; con un enfoque proactivo, de identificación y desarrollo de palancas y elementos tractores que jugarán un papel clave en la adaptación y el crecimiento del conjunto de la economía en un entorno coyuntural y estructural distinto y con alta incertidumbre a nivel nacional e internacional.

A corto plazo, nos encontramos con el estrangulamiento de la liquidez de buena parte del tejido empresarial, ya que los ingresos han caído bruscamente, pero sus costes se han mantenido, con las consiguientes pérdidas. En momentos de crisis, ante el riesgo de morosidad y las consiguientes restricciones de crédito, aumenta la vulnerabilidad financiera de muchas empresas, con la posibilidad de desembocar fácilmente en insolvencias, si no se facilita la financiación adecuada e inmediata de la pérdida imprevista sufrida en sus ingresos. Para ello, las líneas de avales ICO se han mostrado como un instrumento muy oportuno, aunque hubiese sido deseable un importe mayor y una disponibilidad de su totalidad de forma ágil, desde el principio, en vez de apostar por una estrategia de tramos parciales y dilatada en el tiempo.

En los próximos meses, la recuperación de ingresos no va a ser inmediata, por lo que las empresas necesitan flexibilidad interna y externa para acompasar esta evolución por el lado de los costes y ajustar sus capacidades. Por ello, entendemos que ha sido positivo el que a través del diálogo social se haya podido desligar la duración de los Ertes de fuerza mayor del Estado de alarma y matizar el compromiso de mantenimiento del empleo para las empresas en situaciones críticas como la de estar en riesgo de entrar en concurso de acreedores.

Identificar nuestras fortalezas a futuro es fundamental, ya que serán las palancas en las que apoyar la recuperación y el crecimiento a medio y largo plazo. En primer lugar, parece bastante probable que se intensifique la tendencia hacia un modelo de relación más digital a todos los niveles. A su vez, es el momento propicio para reactivar la industria, como un sector clave que alberga oportunidades de alto valor añadido y genera un empleo indefinido y de calidad. En esta ecuación, no debemos olvidarnos de la sostenibilidad, de la I+D+i, y de la fortaleza de nuestro sistema financiero como claves para asegurar nuestra competitividad.

No podemos ignorar, además, nuestra pertenencia a la Unión Económica y Monetaria. La respuesta europea ante esta crisis debe ser clara, ambiciosa, coordinada y solidaria. En este contexto, resulta crucial reforzar la gobernanza europea para asegurar que el apoyo financiero se traduce en una adecuada coordinación de las políticas económicas nacionales y en la implementación de las reformas estructurales necesarias. La Unión Europea debe apostar por mantener la apertura global del comercio, apoyando las soluciones multilaterales. Además, es fundamental un impulso decidido al mercado único, como también lo es avanzar en la Unión Bancaria y la Unión de Mercado de Capitales.

La reactivación requiere de un clima lo más favorable posible a la actividad empresarial, en el que, además, el capital humano debe ser el catalizador crítico en la modernización y transformación de nuestra economía. El diálogo social ha de configurarse como el marco natural de encuentro y consenso de las acciones y reformas más necesarias y adecuadas para apoyar nuestra vuelta a la normalidad.

En este escenario, nos encontramos en el peor momento posible tanto para revertir las reformas estructurales, como la modernización del marco laboral, que han mejorado la resiliencia de nuestra economía, como para aumentar las obligaciones tributarias, con figuras ya superadas como el impuesto a las grandes fortunas, que no existe en el entorno comparado, con el consiguiente riesgo de pérdida de capitales y empresas.

Hace unos días, el Ministro de Justicia anticipó que puede haber de un orden de cincuenta mil concursos de acreedores para el próximo año. Por el bien de nuestro país, esperemos que muchas de estas empresas que tienen que acudir a estos procedimientos extraordinarios puedan superar los mismos, sin necesidad en última instancia de disolverse y liquidarse, ya que cuanto menos empresas y tejido productivo desaparezca, mejor se protegerá el empleo, que constituye uno de nuestros principales objetivos.

Debemos contemplar la estrategia de salida de manera esperanzadora. Los empresarios, si se les respeta y apoya, son normalmente los más optimistas entre los agentes económicos. Además, el punto de partida de nuestras empresas en esta crisis es objetivamente mucho mejor que en la última gran crisis que sufrimos, ya que coge a nuestras empresas más saneadas, menos endeudadas y con una mayor propensión exportadora, por lo que la salida de la misma, de hacer bien las cosas, podría ser también más inmediata e intensa que entonces. Y es que forma parte de la naturaleza empresarial esa resiliencia, esa capacidad creativa e innovadora que nos permite evolucionar, transformarnos y adaptarnos a las dificultades y cambios del entorno, para seguir generando riqueza, empleo, prosperidad y bienestar, que es tanto nuestra responsabilidad última como nuestra mayor vocación.

 

Publicado en ABC

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