Las empresas españolas, en un año crucial
Este año 2023 se presenta como un ejercicio crucial para la economía mundial, en general, y para la española y las empresas de nuestro país, en particular.
Hace un año, confiábamos que en 2022 superaríamos la crisis mundial, y sin precedentes, provocada por la pandemia de la COVID-19. Y, sin embargo, las secuelas que ha dejado se vieron agravadas y ampliadas por la invasión de Ucrania por Rusia y la guerra: cuellos de botella en las cadenas de suministro globales, elevadas tasas de inflación o desaceleración de la incipiente recuperación económica, entre otras.
A estos factores se unió el endurecimiento de la política monetaria, que ya tensiona las condiciones de financiación de familias y empresas, así como el alza de los precios de las materias primas y su transmisión a la inflación y a los costes empresariales en nuestro país.
Todo ello, ha hecho que 2022 fuera un ejercicio que, en el plano económico, transcurriera de más a menos, si bien es cierto que terminó mejor de lo que se preveía. En nuestro país, el elemento más positivo fue el buen comportamiento del empleo, pese a la pérdida de vigor en la segunda parte del año, y el mantenimiento del superávit exterior, aunque en unos niveles inferiores a los de ejercicios anteriores.
Con este recorrido arranca 2023, en un contexto económico y financiero complicado. Un entorno que sigue siendo muy complejo, donde la incertidumbre es elevada por la guerra en Ucrania y las tensiones geopolíticas, en el que continúa la normalización de la política monetaria tanto en Europa como en Estados Unidos y donde las disrupciones en las cadenas de suministro, aunque se han reducido, todavía no pueden darse por finalizadas.
Los analistas coinciden en el menor dinamismo de la actividad económica en los primeros meses del año y la duda es cuándo se producirá el punto de inflexión que permita retomar una senda de recuperación más sostenida y robusta.
En este marco, la inflación va a seguir siendo el principal condicionante de la ralentización económica, en especial la subyacente, que mantiene la tendencia al alza. Los precios y el nivel máximo de tipos de interés que fijará el Banco Central Europeo marcarán el comportamiento del consumo y de la inversión privada y, también, el impacto en las finanzas públicas.
En todo caso, siendo conscientes de que España sigue retrasada en la recuperación tras la pandemia, todo apunta a que la economía de nuestro país podría mostrar mayor fortaleza que la Eurozona gracias a algunos elementos de resistencia, como el menor impacto del shock energético frente a otras economías europeas o el buen comportamiento del mercado laboral, algo que es posible, entre otras razones, por el gran esfuerzo que las empresas están realizando para mantener a sus trabajadores.
También son alentadores los datos del turismo, con reservas que siguen creciendo pese a la debilidad del consumo en España y con la reactivación de las visitas procedentes de otros países, lo que permite pensar que este año se podrán recuperar, definitivamente, las cifras previas a la pandemia.
Empresas y familia, dos pilares
Con estas previsiones, desde CEOE insistimos en que es preciso poner el foco en el entorno económico y su evolución, para evitar un deterioro del empleo en el medio plazo, y dedicar nuestros esfuerzos a sostener la marcha de la economía, que tiene en las empresas y las familias dos pilares fundamentales.
Pese a algunos discursos interesados, las empresas no somos el problema sino parte de la solución. Las empresas (desde las más grandes hasta las medianas y pequeñas, así como los autónomos) están tratando de evitar trasladar el incremento de costes que padecen a los precios finales, como demuestran los datos del Banco de España.
La elevada inflación, sin embargo, lo que está permitiendo es que haya un gran beneficiario, que es el Estado, con una recaudación por impuestos que ya se sitúa en cifras récord y que este año seguirá engordando, según las propias previsiones del Gobierno.
Frente a eso, las empresas seguimos yendo por detrás en la recuperación respecto a los niveles de 2019, el año anterior a la pandemia provocada por la COVID-19. Los empresarios vemos cómo los márgenes cada vez son más estrechos y cómo tenemos que hacer frente a mayores costes. También por decisiones impulsadas por el Ejecutivo, como la subida unilateral de cotizaciones o con los nuevos impuestos a la banca o las energéticas.
Según el último informe sobre esta materia del Instituto de Estudios Económicos (IEE), la presión fiscal sobre las empresas en nuestro país ya alcanza el 10,8% del PIB, lo que la sitúa seis décimas por encima de la media de la Unión Europea.
Apoyo real a las empresas
Desde CEOE, entendemos que, en vez de aumentar la carga fiscal, el Gobierno debería dedicar los ingresos tributarios extraordinarios que obtiene a sostener la marcha de la economía y el empleo, con reformas y medidas de apoyo que realmente lleguen al tejido productivo. Si no, la merma de la competitividad de las empresas y el estrechamiento de sus márgenes anticipan un deterioro del empleo en el medio plazo.
Así, entre otras medidas, es preciso poner en marcha soluciones eficaces y de largo plazo en relación con los precios energéticos, así como iniciativas que pongan fin, definitivamente, a las dificultades que persisten en las cadenas de suministro.
Entendemos que el mayor margen fiscal se debería aprovechar para reducir la factura del IRPF en favor de los ciudadanos y para aliviar los costes de las empresas, evitando alimentar la espiral inflacionista y favoreciendo los acuerdos sociales. En el caso de las empresas, se puede plantear una reducción de costes vía cotizaciones sociales y dar cumplimiento al compromiso del Gobierno de revisar los precios de los contratos públicos.
También creemos que se deberían dedicar esos mayores recursos al impulso de la formación de las personas trabajadoras, enfocándola a los retos de futuro que plantea la economía, en especial en áreas fundamentales como las relacionadas con las nuevas tecnologías y la transición digital y con la sostenibilidad. Porque un déficit de talento, de profesionales cualificados, como sucede ya en determinados sectores, supone una menor competitividad para las empresas y lastra su capacidad de desarrollo e innovación.
Junto a este tipo de medidas, van a seguir siendo fundamentales para el futuro los fondos de recuperación europeos. Es esencial que lleguen, de forma efectiva, al tejido productivo si queremos que la actividad, el empleo y la inversión recuperen el ritmo y crezcan en un contexto tan incierto y complejo como en el que nos encontramos. Y esto exige cambios para dotar a los fondos de una mayor flexibilidad y facilidad de acceso para las empresas y un impulso real a los PERTE, que son los proyectos verdaderamente transformadores, con capacidad de arrastre en la economía y en los que la colaboración público-privada es clave.
Nos enfrentamos a momentos complicados y de incertidumbre pero tenemos en nuestra mano las herramientas para salir fortalecidos de esta encrucijada. Y en ese futuro, el tejido productivo debe tener un papel fundamental. Las empresas españolas estamos comprometidas con España y los españoles y apostamos por un país en el que haya estabilidad política y calidad normativa para generar un clima de inversión favorable que nos permita seguir haciendo lo que mejor sabemos hacer: generar prosperidad y empleo para todos, contribuir al bienestar general.
* Artículo publicado en la revista Ejecutivos. Número 328
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