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Fecha
Opinión
20 Mayo 2019

Europa, nuestra empresa común

La Unión Europea es, desde su concepción original hace más de 60 años, una comunidad de valores, entre ellos la economía de mercado, anclada en el Estado de Derecho como garante de la paz y la libertad en todas sus dimensiones, incluida la libertad de empresa. Sin embargo, estos principios y valores fundacionales están siendo cuestionados por el auge de movimientos populistas y extremos que ponen en riesgo el avance en la integración europea.

José Alberto González-Ruiz Martínez

José Alberto González-Ruiz

Secretario General de CEOE

El Brexit es uno de los ejemplos más evidentes de la importancia de las próximas elecciones europeas de 26 de mayo para reforzar la Unión Europea y evitar una crisis interna. Por tanto, la pregunta que debemos hacernos, con visión y espíritu constructivos, es cómo afianzar la futura construcción europea. La respuesta no puede ni debe ser menos Europa. Es verdad que la UE es compleja y poliédrica, como también lo es que la integración europea es indispensable y que cuenta con un enorme potencial para ser más cercana, más resolutiva y, en definitiva, más beneficiosa para sus ciudadanos.

Un potencial que deriva de los logros alcanzados, de los que hemos de ser más conscientes reconociendo el esfuerzo que ha supuesto conseguirlos para profundizar en los mismos. Si hay un logro que además es vehicular y consustancial a la propia idea de Europa como unión, ese es el mercado interior europeo. Aunque todavía incompleto, continúa siendo una plataforma excepcional e imprescindible para la proyección europea e internacional de nuestras empresas.

Ahora bien, un proyecto vivo como es la UE, que se enmarca en un tablero mundial cuya relación de fuerzas se halla en plena ebullición, si no avanza se estanca y, si se estanca, deja de ser útil. Desde CEOE consideramos necesario apostar por una nueva priorización de los asuntos europeos, que vaya acompañada de una reforma en consecuencia para que Europa sea capaz de aglutinar las aspiraciones compartidas de un futuro mejor para empresas, trabajadores y ciudadanos.

Hemos, por tanto, de partir de lo que hacemos bien, que es más de lo que creemos, y tener como meta hacer más conjuntamente, pero no hagamos por hacer sino de manera ordenada, inteligente y realista.

Desde una perspectiva empresarial, tal y como recogemos en nuestro documento «Más y mejor Europa: nuestra empresa común. Prioridades y propuestas para la IX Legislatura europea 2019-2024» adoptado en la Junta Directiva de CEOE, los objetivos básicos de la agenda europea han de ser: sostenibilidad, digitalización y competitividad global.

En primer lugar, queremos una Unión Europea más sostenible; entendida no sólo como más equilibrio entre los pilares económico, social y medioambiental de la política europea. También significa más empresa y más industria.

Son las empresas las que, con su actividad cada vez más europea e internacional, generan nuevas oportunidades de negocio e inversión y, por tanto, de empleo y bienestar. Pero si no cuentan con un mercado interior europeo suficientemente integrado y con una regulación más simple y clara, no podrán hacerlo. Ello repercutirá en agravar la tensión a la que está sometido nuestro Estado de Bienestar, y su viabilidad dependerá, en gran parte, del aumento de la competitividad de la economía que lo sustancie y sustente.

Por esta razón son tan indispensables las reformas estructurales y el equilibrio de nuestras cuentas públicas. Además, el proceso de reformas estructurales ha de estar respaldado por un refuerzo de la Unión Económica y Monetaria que facilite las condiciones de financiación e incremente la resiliencia y confianza inversora. Entre otras cuestiones, se trata de implementar la transición energética para cumplir con los objetivos 2030 de tal manera que, teniendo en cuenta las fuentes de producción y desde la neutralidad tecnológica, se potencie la inversión público-privada que los haga posible al menor coste posible.

En segundo lugar, queremos una UE líder en la transformación digital. Una transformación que está generando cambios sustanciales en los modelos de negocio, producción y consumo, así como en la educación y formación, las relaciones sociales y el mundo laboral. El potencial de la digitalización es inmenso. Hemos de ser capaces de generar un entorno propicio al emprendimiento, sin distinciones artificiales entre analógico y digital, porque todo es ya digital. Es crucial dotarnos de una política de educación y formación que fomente un sistema flexible para anticipar y acomodarse a las nuevas necesidades digitales de empresas y trabajadores.

En tercer lugar, queremos una Unión Europea capaz de marcar la agenda comercial a nivel mundial, que le permita no sólo ser más competitiva, sino afianzar su peso económico en la esfera internacional. La defensa de los intereses europeos es especialmente importante en un contexto de desaceleración, tensiones comerciales, tendencias proteccionistas, competencia cada vez más intensa y presión sobre el sistema multilateral.

La unidad de acción a escala nacional y europea es clave para la consecución de estos tres objetivos esenciales. Por tanto, es deseable que el nuevo Gobierno de España sea estable, minimice la incertidumbre y, en colaboración con las empresas y las organizaciones que las representan, se involucre activamente en la definición y desarrollo de una estrategia europea proempresarial. Porque a estas alturas ya deberíamos tener claro que Europa es España y España es Europa.

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