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Fecha
Opinión
29 Jul 2024

La Monarquía como apuesta de futuro

La Corona nunca ha dejado de defender la Constitución, piedra angular de nuestra convivencia. O, lo que es lo mismo, la Corona no ha fallado a su país.

Antonio Garamendi y SM el Rey
Antonio Garamendi

Antonio Garamendi

Presidente de CEOE

Este mes de julio, nuestra selección española volvía a jugar una final de la Eurocopa y, como otras veces, todo el país a lo largo y ancho del territorio nacional seguía con una misma emoción este momento histórico. Al final la selección cumplió y nos regaló otro triunfo deportivo. Pero, antes de que el partido comenzara, ya se podía hablar de una nueva victoria. La de la unión de un país en torno a un símbolo, nuestra bandera, tan bien representada. Y, como no podía ser de otra manera, de nuevo estaba S.M. el Rey Felipe VI encarnando esos símbolos desde el palco del Estadio Olímpico de Berlín mientras se oía el himno nacional, como volverá a ocurrir estos días en los JJ.OO. de París.

Era, sin duda, la representación, sin fisuras ni distinciones, de lo que en realidad somos: un país con una identidad común de y para todos. Es en esos momentos, en los que, como en tantos otros más complejos y difíciles, se materializa lo que el artículo 56 de nuestra Constitución viene salvaguardando desde hace casi 50 años, que el Rey ostenta la representación de la unidad y permanencia del Estado, un espacio en el que nadie sobra y todos hacemos falta.

Y no solo eso, un Estado que en estos años ha experimentado, más allá de alternancias políticas o coyunturas económicas de una u otra índole, un periodo de prosperidad, mucho más que deportiva, que es preciso poner en valor para ser conscientes de que contamos con los mimbres necesarios para también seguir ampliando por mucho tiempo esa historia común de éxito.

El cambio político, social y económico que ha experimentado nuestro país desde la Transición democrática es la gran victoria de España y ha sido posible gracias a la voluntad y a la tenacidad de la sociedad en su conjunto y al acierto de un texto constitucional que ha demostrado que contenía respuestas a todos los retos que se han planteado en este tiempo. Dentro del marco de esa Constitución hemos afrontado crisis económicas durísimas, hicimos frente al intento del terror de vencer a nuestra democracia o a las tentativas de poner en duda la unidad de nuestro nación o la vigencia de nuestro Estado de derecho.

Y al frente de nuestro país, en todos esos momentos, como garante de la Constitución, ha estado S.M. el Rey, garantizando siempre la unidad de España, participando como árbitro y moderador, siempre independiente, del buen funcionamiento de las instituciones cuando han sido vulneradas, como ocurrió en Cataluña en 2017.

Así es que la Corona nunca ha dejado de defender la Constitución, piedra angular de nuestra convivencia o, lo que es lo mismo, la Corona no ha fallado a su país. Al mismo tiempo, podemos concluir que S.M. el Rey es la máxima garantía que los españoles tenemos de la continuidad y permanencia de nuestra democracia. Ese papel bien desempeñado es uno de los motivos por los que la Corona goza de una gran popularidad entre los españoles y de un enorme respeto fuera de nuestras fronteras, pese a que, en estos tiempos de polarización, en los que en ocasiones veamos intentos de erosionar a nuestras instituciones, la Corona suele ser centro recurrente e injustificado de las críticas.

Uno de los argumentos que se emplean a fondo en estos casos es que las monarquías parlamentarias como la nuestra son una suerte de anacronismo. Y es cierto que no abundan en el mundo, si bien invito a hacer una valoración más cualitativa que cuantitativa. Porque lo cierto es que estas monarquías parlamentarias representan a Estados considerados de los más avanzados del mundo, tanto en términos políticos, como sociales y económicos. Pongo, entre otros, el ejemplo de Suecia, Noruega o Dinamarca, países a los que en muchas ocasiones envidiamos y que queremos emular.

Y si miramos más allá de nuestras fronteras quiero insistir en la imagen que proyecta S.M. el Rey fuera de España. He tenido la oportunidad y el honor de acompañarle en sus diez años de reinado en múltiples misiones comerciales a lo largo y ancho del mundo. Puedo decir que la Corona española goza de un reconocimiento difícil de explicar. En especial, el papel de S.M. el Rey en Iberoamérica es el de un referente para todos los países hispanohablantes, ejerciendo un liderazgo ganado desde la concordia y el hermanamiento, desde el carisma y el interés sincero por la prosperidad a ambos lados del Atlántico. Sin su figura sería difícil imaginar los actuales lazos que nos unen con todos esos países; vínculos que se traducen en relaciones comerciales e inversoras clave para nuestro país. Con todo, quiero poner de relieve dos cuestiones que son aún más importantes. El activo que supone la Corona en términos de estabilidad y la promesa de futuro que supone en estos momentos.

De un lado, la prosperidad de un país va de la mano de la estabilidad política, económica y social. En tiempos atribulados es difícil hacer negocios, construir país y generar bienestar. No son estos tiempos de calma y certidumbre, sin embargo, como señalaba anteriormente, la Corona sigue siendo la espina dorsal del Estado, el refugio institucional, dando sosiego y estabilidad.

Por otro lado, la Corona está cumpliendo este cometido a día de hoy, como hiciera en el pasado, con una mirada moderna y acorde a los tiempos, con un espíritu abierto y renovador.

Y como señalaba al inicio, la apuesta por la monarquía parlamentaria como garantía de un futuro próspero se basa, no solo en su capacidad de señalar el rumbo de un país en tiempos de zozobra, sino también en la confianza que inspiran y que encarnan la Reina Letizia y la Princesa Leonor, por su promesa de continuidad y su capacidad de vislumbrar la España que viene y cómo queremos que sea. Porque la Monarquía también es mujer y juventud.

La Familia Real ofrece en nuestros días una imagen de país difícilmente mejorable; cercana a los ciudadanos y preocupada por sus propios temores, como pueden ser, no solo las necesidades de colectivos vulnerables o las más primordiales como el trabajo o la vivienda, sino también grandes retos comunes a todos como la formación de nuestros jóvenes o la salud mental.

Por todo ello, los empresarios españoles revalidamos nuestra adhesión y apoyo a S.M. el Rey, Don Felipe VI. Respetar a la Corona es respetarnos; cuidarla en el presente es cuidarnos en el futuro, en tanto que, desde su compromiso de servicio a los ciudadanos, nos brinda la tranquilidad que necesitamos y la identidad como país de la que estamos tan orgullosos.

Apostemos por la convivencia que nos ofrece y entendamos que la Corona simboliza un espacio que es de todos y para todos, sin distinción de territorios ni personas.

 

*Artículo publicado en ABC

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